18/5/08

Leer y escribir, una historia de vida

Mi madre fue maestra de primaria, hasta el día de su muerte. Su trabajo fue siempre con niños de primero y segundo, nunca quiso trabajar con otros cursos. Recuerdo los comentarios de las madres de familia: “menos mal que a mi niño le tocó con la profesora María Antonia, porque con ella si aprenden a leer y escribir”. Hoy quisiera haber conocido y aprendido el método que utilizaba para lograr esto, seguramente era el tradicional, pues alcanzo a recordar las láminas con imágenes de mamá y la letra m combinándose con todas las vocales.

Nunca fui alumno de mi madre, por lo menos no en su salón de clase, ella decía que enseñarles a los hijos no era fácil, de hecho ninguno de mis hermanos tampoco estuvimos en un banco mientras ella enseñaba. Casi todos los recuerdos que tengo de ella como maestra, ocurren en una pequeña escuela, de una sola aula, muy cerca del primer puente metálico construido sobre el Río Magdalena, en una Inspección de Policía, de Cundinamarca, llamada Puerto Bogotá y separada de Honda, Tolima, solo por el río.

Mi primer maestro fue el profesor Chacón, ahora caigo en cuenta que nunca supe su nombre. Él era el dueño, rector y único maestro el Instituto Honda, un colegio venido a menos, después de varios años de gloria y de ser uno de las pocas instituciones privadas que había en la ciudad. Mi papá había sido discípulo y creo que también maestro en el instituto en su juventud y durante más de una semana el tema de conversación en la casa fue el ingreso de mi hermano y yo al colegio del profesor Chacón. La mañana del primer día de clases, cuando mi madre nos levantó, mi hermano, un año menor que yo, exclamó regocijado: “¿ya nos vamos para el colegio del profesor machaco?”.

Mi experiencia con la escuela, desde esas lejanas épocas, seguramente marcaron algo de lo que hoy es mi quehacer diario. La imagen de mi madre enseñando a tantos niños, durante tantos años, así como el compartir con las demás profesoras de aquella comunidad y en especial la percepción que siempre he tenido del nivel de reconocimiento que ellas y su trabajo tenían dentro de aquellas gentes; creo que tienen mucho que ver con mi posterior decisión de hacerme maestro y con mi búsqueda permanente de mejoramiento para poder dar mas de mi en cada acto comunicativo y educativo que he emprendido y sigo emprendiendo, primero en un aula y ahora desde la coordinación de convivencia.

Seguiré contando algo de mi vida, la próxima semana

2 comentarios:

Carmen Jeanet dijo...

Alejandro, me parecen maravillosas las experiencias que has vivido alrededor del oficio de ser maestro, pienso que fué, es y seguirá siendo importante para tu vida profesional esa imagen que tienes de tu mami como maestra. Cuando se tiene una vocación tan grande como la que se visualiza, en el caso de ella, el reconocimiento y la afectividad que le tenían, pues da como resultado que tú sigas sus pasos y que desees ser cada día mejor maestro y aportar más al contexto escolar. Felicitaciones y me parece maravilloso tu blog, un abrazo.

David Ricardo Parra dijo...

esta historia de vida esta fenomenal para darla a mucho joven para que vean que la profesion docente es bella como cualquier profesion pero tiene algo especial ya que hace lo mas importante para que la sociedad evolucione que es educar y formar a todo ser bajo la el globo terraqueo